No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. No, tranquilidad. No vamos a hablar de desamor ni nada por el estilo. Nos centraremos en la voz y en aquello que decimos. Mejor dicho, en lo que no decimos cuando nos falta la voz. Es en ese instante, cuando, de pronto y porrazo, nos damos cuenta de que nos hemos quedado con una voz distinta a la que estamos acostumbrados es cuando la frase del inicio, tan y tan usada, nos viene a la cabeza.
“¿Qué hago ahora sin voz? ¿Por qué hoy?”, te preguntarás (en voz muy baja o hacia tus adentros, claro). Que no cunda el pánico. Más allá de aguantar alguna que otra broma sobre lo bien que se está sin escuchar nuestra voz, así como los típicos “no te entiendo” o “¿qué quieres decir?” y tu voz se parece a la de X, existen diferentes fórmulas para intentar recuperarla lo antes posible. También rutinas que debes instaurar para poder cuidar tu voz. “Más vale prevenir que curar”, dicen. Sí, otro tópico más.
Antes de que cojas una libreta y empieces a comunicarte a través de notas, o que pidas consejos a mil y un conocidos en busca de la fórmula ideal, en este artículo te vamos a contar diferentes consejos para que cuides bien de tu voz. ¿Una pista? ¡Caramelos para la garganta!